sábado, 29 de septiembre de 2012

Diversidad en el contexto educativo

Cada ser humano es diferente y por lo tanto la palabra clave es la educación diferenciada, no sólo con relación al hombre, sino también con respecto a las condiciones sociales en las que se desenvuelven.


Innumerables son los sistemas educativos que están basados en un modelo de educación homogénea, cuando hoy la sociedad globalizada se caracteriza cada vez más por su diversidad.
Antes del triunfo de la Revolución cubana existían censos acerca de la participación por sexos en el sector educativo (analfabetismo, presencia y deserción en la escolarización, número de docentes). Desde  inicios de 1900 comenzaron a hacerse sentir en el país las demandas de las feministas por el derecho a la educación secundaria y terciaria para las mujeres. Pero no es hasta después del triunfo de la Revolución en 1959, que se incluyen el concepto de Equidad de género en la política educativa, se crean los indicadores correspondientes para desarrollo y planeación social, y los análisis de micro-mezo-macro para orientar medidas de equidad.
De hecho, la diversidad es vista más bien como una traba, cuando, por el contrario, debe ser considerada una fortaleza. Todavía existen en el mundo sistemas que privilegian esquemas de trabajo homogéneos, con calendarios y ritmos de progreso uniformes, o bien seleccionan a los estudiantes según características.
Para que el mundo sea mejor, tiene que ser diferente y eso está relacionado con los avances de la ciencia y la técnica, del conocimiento y la inteligencia, siempre puestos en función de la igualdad, la justicia, la paz, el bienestar de las personas y la supervivencia de la vida en el planeta. Todo esto facilita la administración burocrática, pero nos distancia de la realidad del mundo actual cada vez más diverso; reproduce la inequidad social y quita a la diversidad la posibilidad de contribuir al aprendizaje.
Los estudios muestran que en clases heterogéneas todos los alumnos aprenden más y mejor. Desarrollar la escuela para manejar la riqueza de la diversidad supone no sólo aceptación; también significa utilizarla para apoyar al desarrollo del aprendizaje de los estudiantes.
La generación de oportunidades que favorezcan una gestión educativa flexible, con mayores recursos que garanticen la pertinencia de los aprendizajes desarrollados en la escuela. Asimismo, ofrecen una oportunidad para abrir el establecimiento educativo a la comunidad, permitiendo un diálogo necesario. Significa para la escuela un nexo entre profesores, padres y el mundo, avanzando así en la comprensión de la diversidad creadora.
También es importante resaltar que para reflexionar sobre la calidad de los sistemas educativos no se puede mirar únicamente los resultados de las mediciones internacionales o nacionales del logro académico de los estudiantes, que se sabe revelan importantes rezagos.
La calidad de la educación incluye aspectos relativos a la pertinencia y relevancia de los aprendizajes; la efectividad en el desarrollo de los mismos; la equidad en la distribución de las oportunidades educativas y la eficiencia y responsabilidad en el uso de los recursos que la sociedad le destina.
El aprendizaje se da a lo largo de toda la vida y de manera creciente en varios ámbitos, etapas y espacios: en la familia, en el trabajo, a través de los medios de comunicación, de Internet, etc. Por ello, la calidad de la educación no debe ser vista como una tarea que puede ser abordada exclusivamente por los sistemas educativos, sino que compete y compromete a toda la sociedad.
Se entiende por igualdad de oportunidades cuando los alumnos y las alumnas tienen formalmente las mismas posibilidades educativas. Cuando estas posibilidades se hacen accesibles a todo el alumnado, superando formas de acceso y selección encubiertas.
El nivel superior de igualdad tiene que ver con programas educativos similares, donde los más pobres o discriminados no asistan únicamente a programas compensatorios, o de garantía social. La igualdad de resultados se obtiene cuando los rendimientos escolares son semejantes en diferentes culturas y sexos.
Hay que prestar atención a temas más complejos que forman parte de la educación, como el desarrollo de capacidades para la convivencia y la tolerancia, el respeto al otro, la creatividad, la inserción en el mercado laboral, el ejercicio de la ciudadanía y la democracia.Son parte de un conjunto de aprendizajes relevantes para el mundo de hoy que deben ser garantizados para todas las personas independientemente de su condición económica, social, étnica, de género o personal si queremos que los sistemas educativos jueguen efectivamente un rol clave en la creación de igualdad de oportunidades.
La equidad educativa parte de la justicia. Esta justicia implica ante todo redistribución económica y reconocimiento cultural. En cuanto a lo económico, tiene que ver con la infraestructura, materiales, refuerzos alimentarios, instalaciones, accesibilidad, vestuario, salud, la remuneración a docentes. Son indicadores de equidad aspectos como número de docentes y personal de apoyo a la docencia , proporción de alumnado-profesorado, materiales educativos y recursos económicos de los centros.
Como reconocimiento cultural implica tener en cuenta la diversidad y el conocimiento de identidades subvaloradas por el androcentrísmo, la xenofobia, el heterosexismo y la violencia. Se viven segregaciones entre el estudiantado debido etnia, desplazamiento forzado, discapacidad, fracaso escolar y con enfermedades como el SIDA. Igualmente, involucra el acceso cultural en los procesos de formación a docentes y las posibilidades de acceder a medios didácticos y telemáticos.
La explosión del tema de la diversidad no obedece, sin embargo, a una moda, por más que tampoco escapa a ciertos intentos de carnavalización en alguna que otra pasarela del movimiento de los movimientos.
Lo primero que habría que admitir es que la emergencia de la diversidad es un dato del sujeto social-popular, entendido como el conjunto de clases, capas, sectores y grupos subordinados que abarcan la mayoría de los países, y que sufren un proceso de dominación múltiple. Si la dialectización de los conceptos de identidad y diferencia es una necesidad a la hora de concebir la construcción contrahegemónica orientada hacia un nuevo tipo de socialidad realmente democrática y popular, que involucre al conjunto de las clases y sectores potencialmente interesados en tales transformaciones, lo es también hacia el interior de cada actor social.
Esta sana perspectiva centrada en el reconocimiento de la diversidad puede ser objeto en sí misma de sutiles manipulaciones, en la medida en que la igualdad, la diferencia y la identidad se encapsulen en fórmulas forzadas, de relativa docilidad para la lógica del control social por parte de los poderes hegemónicos de la sociedad burguesa.Paradójicamente, la misma sociedad pide el control de las identidades fijas. Si ya no se sueña con la posibilidad de una sociedad libre, se exige por lo menos la justicia de otra manera: que nadie sea menos reprimido que la mayoría, éste es el nuevo lema de nuestra sociedad, que tiene una de sus expresiones en la identidad forzada.
El reconocimiento de las diferencias deviene punto de partida para la constitución de sujetos con equidad entre los géneros y reconocimiento de las identidades respectivas.En consecuencia, surge la necesidad de pensar en cómo promover prácticas que permitan concienciar la diversidad a la vez que se fortalezca, sobre dicho reconocimiento, la ética de la articulación entre los diversos actores, el principio de integración táctico y estratégico y la unidad sociopolítica consensuada necesaria al proyecto de emancipación social y dignificación personal frente al orden neoliberal mundializado.

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